CELEBRACION RETIRO DE CUARESMA
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Había mucha ilusión en todos de orar, estar con el Señor y prepararnos para la Pascua, Semana Santa. Decíamos que la Pascua es el Paso de Amor, de entrega por amor de Jesús hacia nosotros. De nuestra parte también queríamos hacernos conscientes de que pasos queremos dar en este tiempo de cuaresma. Y se nos invitaba a dar tres pasos:
El primer paso, de salir de nosotros mismos hacia los demás, hacia Jesús en la oración, como Jesús Salió de sí mismo y se dio totalmente a nosotros.
El segundo paso amar hoy, pues el amor de Jesús no se quedó momificado sino que siempre nos está amando, siempre está vigente a través de la Eucaristía, en su palabra, en la belleza de la naturaleza, en cada hombre de bien. Que nuestro amor al otro, a Dios, a nuestros seres queridos, a nosotros mismos, sea siempre hoy y no viejo o de mentira.
Y el tercer paso, con confianza. No es tan fácil tener confianza unos a otros y más en estos tiempos sin embargo, el Señor nunca desconfió del hombre aún a pesar de su respuesta. El amor de Jesús hacia nosotros siempre se tradujo en la confianza: cuando se dio a sus discípulos cada día al formarlos; en la curación a los enfermos; al llamar a unos pescadores que para otros, esas vidas, no tenían mucho valor; en la confianza aún a pesar de la traición de sus discípulos, etc. Confianza cargada de amor, perdón y su presencia viva para todos los días. (Mt. 28, 20). Confianza del Señor sobre nosotros, que fortalece nuestra confianza hacia él, hacia nosotros mismos y hacia los demás.
¡Ah! pero tú también que nos lees, ¡no te quedes atrás! Ve tras los pasos de Jesús que te está esperando al final de la Pascua (Semana Santa).
Les dejo con un Himno de la Liturgia de las Horas que reza toda la Iglesia por las mañanas y que nos introdujo, junto con la palabra de Dios para saborear este gran paso de amor por nosotros.
El primer paso, de salir de nosotros mismos hacia los demás, hacia Jesús en la oración, como Jesús Salió de sí mismo y se dio totalmente a nosotros.
El segundo paso amar hoy, pues el amor de Jesús no se quedó momificado sino que siempre nos está amando, siempre está vigente a través de la Eucaristía, en su palabra, en la belleza de la naturaleza, en cada hombre de bien. Que nuestro amor al otro, a Dios, a nuestros seres queridos, a nosotros mismos, sea siempre hoy y no viejo o de mentira.
Y el tercer paso, con confianza. No es tan fácil tener confianza unos a otros y más en estos tiempos sin embargo, el Señor nunca desconfió del hombre aún a pesar de su respuesta. El amor de Jesús hacia nosotros siempre se tradujo en la confianza: cuando se dio a sus discípulos cada día al formarlos; en la curación a los enfermos; al llamar a unos pescadores que para otros, esas vidas, no tenían mucho valor; en la confianza aún a pesar de la traición de sus discípulos, etc. Confianza cargada de amor, perdón y su presencia viva para todos los días. (Mt. 28, 20). Confianza del Señor sobre nosotros, que fortalece nuestra confianza hacia él, hacia nosotros mismos y hacia los demás.
¡Ah! pero tú también que nos lees, ¡no te quedes atrás! Ve tras los pasos de Jesús que te está esperando al final de la Pascua (Semana Santa).
Les dejo con un Himno de la Liturgia de las Horas que reza toda la Iglesia por las mañanas y que nos introdujo, junto con la palabra de Dios para saborear este gran paso de amor por nosotros.
Himno
Así: te necesito de carne y hueso…
Hombre quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano, fraterno.
Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y –Judas sin traición– darte mi beso.
Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!
Amén.
(De la Liturgia de las horas)
Así: te necesito de carne y hueso…
Hombre quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano, fraterno.
Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y –Judas sin traición– darte mi beso.
Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!
Amén.
(De la Liturgia de las horas)
Hna. Bárbara Vera Villar | |
Misionera de la FMVD |